9 may 2009

Detrás de la montaña, exposición celebrada en septiembre de 2007, en la Galería José Pedraza, Montilla.

Detrás de la montaña

Álex es un poeta de Barcelona que escribe en catalán, tiene un jardín con la tierra oscura, un árbol y una mesa de picnic. Allí pasábamos los domingos charlando y comiendo sin prisa. Un día le pregunté si también escribía en castellano. Me dio una respuesta que cambió toda mi percepción del arte: “Mi madre me quiere en catalán. Cuando quiero verbalizar emociones me sale en catalán”.

Pensé cuál sería mi lenguaje vernáculo. Difícil tarea. Hice memoria de la infancia buscando aquellas palabras que hubiesen podido estimular mi sentimentalidad. Además del amor recibido aparecieron enseguida las historias heredadas de mis padres: Sierra Morena, lobos y pastores, soldados perdidos; mi abuelo oculto en el monte con víveres de estraperlo para mi abuela; el viaje a Rusia de mi padre, que en mi ensueño habitaría de hombres serios y mujeres bellísimas con la vista perdida.


Mi madre me explicaba el invierno, subrayando la belleza de los días nublados, el aire frío y el verde. La recuerdo en el coche sentada delante, siguiendo con la mirada los árboles, y yo con ella desde el asiento de atrás. Mis raíces no tienen geografía, nacen en el imaginario familiar.
Pasábamos los veranos en la casa de campo, gustándome explorar en bicicleta los caminos de alrededor. Había uno demasiado inclinado que ascendía hasta perderse en la espesura. Nunca subí. Tenía la tierra clara y se afilaba por la perspectiva. Desde allí arriba comenzaría el mundo, azulado por la lejanía. Hoy sé que la vida se extiende hasta donde alcanza la fantasía. Y puede que el arte sea una proyección de la lengua materna, de las primeras palabras y los primeros años. Mucho después cultivé esta herencia en libros como La Montaña Mágica de Thomas Mann, El Hombre de Kiev, de Bernard Malamud, o en todas las novelas de Lajos Zilahy. Busqué películas donde identificarme, e hice mías Vör El ladrón, de Pavel Chujrai; Hasta donde los pies me lleven, de Hardy Martins; Dersu Uzala, de Kurosawa; o el cine de Tarkovski.


En esta serie de cuadros quiero recuperar mi primera voz, ampliar esa iconografía emocional y pintar soldados extraviados, a esas mujeres de allí que nunca conoceré, pintar la umbría, el norte: ese no-lugar que sólo existe en el pensamiento, y que, desde mi barrio en Córdoba, empieza justo detrás de la montaña.


Miguel Gómez Losada, 18 sept 2007











Miguel Gómez Losada 2007 - Todos los cuadros de la exposición: Óleo/ lienzo 60 x 60 cm